Bodas, costumbres y flores.
Se acerca el 14 de febrero, y surge otra vez la duda ¿Qué le regalo a mi pareja? ¡Tranquilo/a! Existe algo que a las mujeres -y a los hombres también- nos encanta: ¡LAS FLORES! Con sus agradables aromas y sus vivos colores llevan alegría a todo el mundo. Como si no fuera poco, ellas transportan el lenguaje del amor ¿No sabés cómo expresarle a tu amado/a cuánto lo/a querés? ¿Hace poco empezaron a salir y no querés asustarlo/a regalándole algo muy ostentoso? Un ramo de flores es la respuesta. Es un detalle delicado y bonito.
Así como las flores están presentes en los primeros meses, también lo están en los años siguientes. Cuando la pareja decide avanzar más y casarse, la celebración está llena de flores. En la pareja, en los acompañantes y en todo el salón.
Pero ¿de dónde viene esta costumbre? La realidad es que las plantas y las hierbas aromáticas, ya sea en forma de flores, pétalos o ramilletes siempre estuvieron presentes, tanto en Occidente como en Oriente. No solamente en el vestuario de la novia o el novio, también como decoración del lugar donde se celebraba la unión de los futuros cónyuges.
Antiguamente, se armaban ramos con hierbas aromáticas como el tomillo y el laurel y ajo para ahuyentar a los malos espíritus y las enfermedades, y augurar la felicidad y fertilidad de la pareja. Por otra parte, los historiadores concuerdan en que las novias de la Edad Media llevaban flores aromáticas para ocultar los malos olores del cuerpo (ya que bañarse era un lujo y las bodas sucedían en junio, es decir, pleno verano).
Otra costumbre que se daba en la antigua Grecia y Roma era la de llevar un collar estilo guirnalda con flores, o ramas de naranjo. De hecho a ciertas plantas se les atribuía condición de afrodisíaco, por lo tanto los novios las llevaban en símbolo de fertilidad. Y, aunque parezca extraño, las novias griegas llevaban ramos hechos con hiedras. Esto representaba la fuerza de la relación.
Y como olvidar la tradición de lanzar el ramo para que otra persona (en la antigüedad, solo mujeres) lo agarre en vuelo. La o el afortunado sería el próximo a casarse.
Hubo un hecho que marcó el rumbo de los ramos contemporáneos: la boda de la reina Victoria y el príncipe Alberto. Ella convirtió en tendencia al bouquet blanco puro que vemos hoy en día. Como dato de color, también se negó a utilizar diademas o coronas con joyas, como normalmente hacían las mujeres en las bodas reales: eligió una guirnalda de flores junto a su velo y su gran vestido blanco.
Así como la sociedad evolucionó, ciertas costumbres se fueron modificando de a poco. Algunas personas prefieren llevar flores en su muñeca en vez de un ramo. Sin embargo, siempre están allí, y la ventaja es que cada ramo es especial y único, totalmente personalizable.
Y es que son tan hermosos que algunas personas no quieren despedirse de ellos, por lo tanto se los preserva con técnicas de conservación como sumergirlos en resina, presionar las flores por separado o colgarlas boca abajo para secarlas, entre otros.
A pesar de todo pronóstico el amor pudo sobrevivir a la pandemia. Según cifras de la Dirección General de Estadísticas y Censos, en la ciudad de Buenos Aires se celebraron más de 11 mil casamientos civiles en 2019. Por las condiciones de público conocimiento, esta cifra bajó a 3877 en el año 2020. Sin embargo, solo entre enero y mayo del 2021 se concretaron más de 4000 uniones nupciales. Para fin de año, se estimaba una cifra de 1000 casamientos por mes en CABA. Como dicen las canciones, el amor es más fuerte.
Y puede que las bodas de hace dos años no sigan los mismos pasos que las de ahora, pero el uso de ramos y arreglos florales sigue vigente. Acompañan todo el proceso desde el matrimonio civil hasta la gran fiesta. Perfuman, decoran, y llenan el lugar de color y alegría.
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¡Vivan los novios! ¡Viva el amor en todas sus formas! ¡Y Vivan las flores que acompañan siempre a este sentimiento para su hermosa celebración!