El festejo de San Valentín está unido al romanticismo para algunos mientras que para otros a la amistad y la camaradería.
La historia nos indica que el 14 de Febrero del año 270 el obispo de Roma Valentín fue ejecutado. El motivo: el emperador Claudio II sostenía que los soldados debían evitar el matrimonio porque les restaba fuerza y destreza en las batallas, y el obispo, lejos de ese pensamiento, continuaba casando a los soldados cuando estaban detenidos en las cárceles.
El emperador fue determinante. Ordenó la ejecución de Valentín.
Mientras esperaba su triste fin, Valentín se convertiría en instructor y lector acompañante de una joven ciega, hija de un juez de la corte romana.
Tanta fue la súplica de la joven por recuperar su visión y el amor por su instructor que el milagro se produjo: recuperó la vista y pudo leer el último mensaje que dejo en papel su amado y que decía TÚ VALENTÍN.
La historia fue tan fuerte que la iglesia católica la incorporó al calendario litúrgico a partir del año 494 llegando a nuestros tiempos, más precisamente desde el siglo XIX, se hizo costumbre para el 14 de febrero enviar mensajes, cartas donde la forma más utilizada es el corazón, que simboliza al amor como ícono indiscutible.
En América los pueblos celebran el día de los enamorados de diversas formas.
Los mexicanos demuestran el amor entre novios o esposos regalándose rosas para el día de San Valentín.
Colombia celebra una tradición similar pero con dos variantes: en lugar de febrero lo celebran en septiembre, y en lugar de un presente entre enamorados es una suerte de sorteo del “amigo invisible” (amigo secreto lo llaman) donde el autor del obsequio permanece oculto.
Los japoneses le agregan dulzura al día de los enamorados y con una particularidad interesante: son las mujeres quienes le regalan a los hombres, que pueden ser compañeros de trabajo, familiares o amigos. ¿Y qué regalan? ¡chocolates!.
Este toque de dulzura nipona no obedece a una tradición ni filosofía oriental, sino más bien a una excelente acción comercial de una empresa chocolatera japonesa.
Mientras, por éstas orillas la conmemoración es distinta
Pensemos en aquel Cupido que definió la mitología griega: hijo de Venus y Marte, amamantado por fieras que sólo con él serían piadosas. Hermoso, audaz y guiado sólo por sentimiento, sus flechas de oro tenían dos puntas: Oro y Plomo. La primera concede el amor y la segunda el olvido y la ingratitud.
El flechazo es definitorio…
En todo el mundo Cupido es imagen de amor con arco y flecha. En Argentina todo lo transformamos, todo lleva el acento criollo hasta el propio Cupido. El arco y la flecha la transformamos en calabaza y bombilla, y la punta de oro en yerba mate.
Quien no escuchó decir en ésas noches de ronda matera…”está muy dulce”… con un significado de que van a pedir la mano de una joven, o a más de una china que ha preparado un buen mate con canela porque ése paisano pintón le ocupa todos sus pensamientos.
En los primeros encuentros quizás aparezca el mate con azúcar quemada. Seguramente empezará ahí alguna simpatía.
Nos ponemos contentos cuando el mate es espumoso porque significa que hay cariño verdadero.
Si vemos que aparecen cáscaras de naranja es porque nos piden que vayamos a buscar al amor de nuestra vida.
Y cuantos habrán salido corriendo por un mate hirviendo..
Algunos dicen que es desprecio, pero los que saben lo traducen en casamiento.
Con cartitas, mensajitos, chocolatitos o un buen mate, el 14 de Febrero festejemos con el santito Valentín, aquel que nos enseñó a darle importancia al amor en nuestras vidas.